domingo, 22 de mayo de 2016

Una historia cualquiera (parte 2)

EL.

Y su mensaje a la hora de mi almuerzo me alegró el viernes.
-que harás hoy?
-Salir contigo - contesté.
Mi rostro cambió drásticamente. La sonrisa borró mi cara de preocupación por aquellas cuentas que no me cuadraban y me dió un nuevo aire.
Quedamos en vernos en el Café Valdez que está frente en el hotel Palmeras, piso 2 que tiene una bonita vista frente al mar. Le había prestado el carro a un amigo para impresionar -digo prestar por no decir alquilar-.
Pasé por ella a las 8 de la noche. Tenía una blusa de tiras, jean y zapatos cerrados bajos. Yo iba con una camiseta tipo polo, jean y mis zapatos azules. Ella estaba hermosa. El olor de su perfume invadiò el vehículo apenas se subió. Su beso en la mejilla me dejó una leve marca de su labial. Delicadamente ella me lo quitó con sus dedos. Sin quererlo, ella me había acariciado la mejilla. Me sonrojé.

En el camino hablamos de lo bonita que estaba, de su perfume y de la impresionante vista que tenía el Café Valdez. Estacioné el vehículo a una cuadra del hotel y caminamos. Estaba nervioso. Mis manos sudaban.

Me había olvidado de comentarles, desde nuestra ultima salida hemos estado chateando más seguido, la he llamado y me ha devuelto las llamadas. Los mensajes que antes le enviaba a manera de monólogo, ahora son contestados. Hay química, sí. Esperemos que este noche sea la noche de mi suerte.

Llegamos al Café y nos sentamos en una mesa redonda cerca de la baranda, lo cual permitía ver el mar. A lo lejos una luz indicaba que había un buque pasando. Conversamos, nos reímos.
Sin percatarme le había tomado de la mano y jugaba con sus dedos. Ella correspondía. El silencio invadió el momento. No aguanté: me acerqué a sus labios y los besé. Ella correspondiò el beso. La cafeína de sus labios llegó a mi cerebro y luego a mi corazón. Despertó de forma inmediata sentimientos dormidos por largo tiempo. Ella era la chica correcta, en el momento indicado, la que mi corazón estaba esperando.

Los besos duraron hasta que el reloj marcó la una de la mañana. La fui a dejar a su casa. Llegamos, me besó de nuevo y me dijo que le escriba cuando llegara a la mía. ¿No te irás a dormir? le dije. Ella solo sonrió, abrió la puerta negra de su casa y entró.
Me sentí feliz. Mi corazón voló. Mi mente trataba de entender lo que mis sentimientos querían decirle, pero era demasiada información para poder descifrarla.

¿será solo algo de momento? ¿será que se dejó llevar por la situación? ¿será que siente algo por mi realmente?

Esperemos a mañana, cuando los efectos del café y las pequeñas donas pierdan su efecto y, con cabeza fría, ella pueda pensar mejor.









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