A pocos meses de llegar a los 30
años, comienzan varias etapas en mi vida.
Siempre he mantenido el criterio
de que la vida está llena de ciclos, ciclos en los que uno debe poder entender
cuando comienzan y cuando deben de terminar. Querer alargar un ciclo cuando
éste debe cerrarse, puede ser doloroso y a veces frustrarte.
La vida está llena de ciclos:
fecundación, maduración, niñez, adolescencia, juventud, madurez, vejez y la
muerte que representa el final de nuestro ciclo de vida.
Dentro de cada ciclo de la vida,
existen etapas: escuela, colegio, universidad, noviazgos, matrimonios,
paternidad, etc.
Ya cerca de mis 30, creo poder
decir que es el momento de cerrar círculos que permanecieron abiertos, otros a
medio cerrar y otros que olvidé cerrarlos. Soy un fiel creyente de que, en el
ciclo de una vida, o lo que la Biblia lo llama: Generación, cada uno de
nosotros tiene una razón de ser, un propósito.
Poco a poco he ido descubriendo
cual es mi propósito, y este se refleja en las decisiones que voy tomando en
cada aspecto de mi vida. Tanto en lo familiar, profesional y eclesiástico debo
dejar una huella, pero no de las negativas, sino, de aquellas que cambian
radicalmente el pensamiento.
Vengo de una familia humilde, que
en muchos momentos luchó por un plato de comida, pagar la pensión del colegio o
por no tener para una universidad pagada, sino que me envió estudiar en una de
las pocas carreras que era gratis: Ingeniería Industrial, dejando así mi sueño
de ser Diseñador Gráfico o Productor de Tv dentro de mis metas secundarias por
cumplir
Vengo de vivir en casas que no
eran propias, eran de familiares que nos las prestaron para acomodarnos por un
tiempo, de vivir en la casa parroquial de una iglesia por un año, en el local
que tenía mi papá otro año más, en la casa de mi abuela, en la casa de un
familiar en sauces durante 10 meses, hasta que el Miduvi nos regaló nuestra
primera casa y ahora puedo sentirme orgulloso de a mis 24 años haber comprado
mi propia casa.
Nada en mi vida fue casualidad,
esto me hizo entender lo bendecido que soy por Dios y lo maravillosa que es Su
Gracias sobre mí.
Hace poco estuve en Bogotá y
mientras estaba en la cama del hotel mirando en el horizonte las montañas cubiertas
de neblina, pensaba en que nunca soñé siquiera estar así en mi vida. A lo mucho
soñé con llega a algún hotel caro en Guayaquil, o cuando me invitaron a una
cena en el Oro Verde pensé que era lo más increíble que viviría ¡Cuán
equivocado estuve!
Mi mente limitada se basó en que
creía que las historias de superación son para la gente que tiene apoyo de sus
familias, o que vienen con grandes proyectos en su mente, o simplemente, casos
excepcionales de gente que se convierte de muñeco de madera en niño real, a lo
Pinocho.
Pero fue Dios, y siempre le daré
el crédito a Él, quien decidió apostar por mí.
Después de regresar de Bogotá (2018), un joven me escribió y
me dijo: “realmente me agrada ver como Dios te bendice”. Esta frase me impactó
tanto, porque a veces estoy tan afanado con el trabajo, la familia y otros
menesteres que olvido detenerme un momento para ver la bendición y por
supuesto, disfrutarla.
Quizá no a todos les agrada verme
ser bendecido, pero no es algo que me afecte, porque sé que en algún momento
podrán también compartir de las bendiciones que Dios me da. Quizá algún momento
llegue a alguna dependencia de gobierno local o provincial, quizá me haga
millonario honradamente y ayude a algunas causas sociales como está en mi
corazón, o simplemente, escribiendo líneas que inspiren a otros a creer que se
puede, como dice Diego Torres en su canción “Color Esperanza”.
Hoy puedo disfrutar de mi hija:
Valentina Razziel. Verla a ella despertar en las mañanas y hacerme entrar en un
nuevo ciclo: Ser Papá. Aún temo tomarla en mis brazos, pienso que soy algo
torpe para los niños recién nacidos. Disfruto verla sonreír, molestarla, y
verla dormir. No me agrada verla llorar, porque no me gustan las lágrimas ni el
dolor, que, aunque son parte de la vida, no son de mis favoritas. Prefiero la
alegría, la sonrisa y el regocijo.
Me siento completo, bendecido y
en victoria constante.
En toda mi vida he sido todo lo
que he querido ser y aquello que me tocó convertirme por el trabajo: desde
monaguillo en la iglesia católica hasta predicador en la iglesia evangélica.
Desde mesero en mis inicios laborales hasta vendedor senior de la empresa donde
hoy laboro. De viajar apretado en un bus a las 5 30 am para ir al colegio a
viajar en un avión relajado viendo películas. De viajar a Cuenca como destino
constante de mis vacaciones a irme a las playas de Cartagena en Colombia a
relajarme.
Y así… la lista sigue.
Creo fervientemente que las
personas que influyeron en mi vida son a las que eternamente viviré agradecido,
personas como Ps. Samuel Reyes, Dra. Ana Reyes, Ing. Grace Atiencia, Ing.
Sullana Quiñonez, mis amigos de niñez Doulgas, Denny, Jonathan, Carlos y
Fernando, entre otros.
Pero de quien aprendí mucho ha
sido de Jehová Dios, Él siempre me dijo: “tengo planes para ti, para darte un
futuro y una esperanza” (Jer 29:11).
Dios me dio todo, incluso una esposa que
me apoya en todo lo que hago, me corrige cuando me equivoco y me ayuda a mantenerme
firme cuando quiero tambalear orando por mí a toda hora. Acentuando un poco en
esto, a veces creemos que la mejor esposa es la que tiene un buen trabajo, gana
bien y ayuda en los gastos en la casa. La verdad, lo es, sin embargo, creo fervientemente que la mejor esposa
es quien ora por su esposo. Todo lo demás es complemento. .
Cuando la Biblia habla de la Mujer
Virtuosa (Prov. 30) comienza hablando de que “el corazón de su marido está en
ella confiado”, luego continúa hablando durante varios versículos sobre las
labores que ella realiza en su casa (como ama de casa), en el campo (como empresaria)
y con sus hijos (como madre), para finalizar diciendo “La mujer que teme a
Jehová, ésa será alabada”.
Como hombre de negocios y múltiples ocupaciones, tener una esposa que esté constantemente hablando con Dios acerca de mí, es lo que me ayuda a no cometer tantos errores, tanto en lo económico como en mi forma de ser
En este nuevo ciclo que estoy por
comenzar, creo que tener el apoyo espiritual, es lo que seguirá marcando la
diferencia en mi camino. Hoy puedo decir abiertamente: Lo tengo todo.
Cuando tenía 14 o 15 decía que quería
tener mi casa propia, mi familia unida, mi carro y viajar por el mundo. Han
pasado casi 15 años y puedo decir: Lo logré.
Ahora toca enfocarme en nuevas
metas, criar bien a mi hija, fortalecer mi relación con Dios y con mi pareja, pero,
sobre todo, servir a otros como Jesús sirvió cuando estuvo en la tierra
Michael Cedillo