martes, 11 de septiembre de 2018

Nuevos ciclos


A pocos meses de llegar a los 30 años, comienzan varias etapas en mi vida.

Siempre he mantenido el criterio de que la vida está llena de ciclos, ciclos en los que uno debe poder entender cuando comienzan y cuando deben de terminar. Querer alargar un ciclo cuando éste debe cerrarse, puede ser doloroso y a veces frustrarte.

La vida está llena de ciclos: fecundación, maduración, niñez, adolescencia, juventud, madurez, vejez y la muerte que representa el final de nuestro ciclo de vida.
Dentro de cada ciclo de la vida, existen etapas: escuela, colegio, universidad, noviazgos, matrimonios, paternidad, etc.

Ya cerca de mis 30, creo poder decir que es el momento de cerrar círculos que permanecieron abiertos, otros a medio cerrar y otros que olvidé cerrarlos. Soy un fiel creyente de que, en el ciclo de una vida, o lo que la Biblia lo llama: Generación, cada uno de nosotros tiene una razón de ser, un propósito.

Poco a poco he ido descubriendo cual es mi propósito, y este se refleja en las decisiones que voy tomando en cada aspecto de mi vida. Tanto en lo familiar, profesional y eclesiástico debo dejar una huella, pero no de las negativas, sino, de aquellas que cambian radicalmente el pensamiento.
Vengo de una familia humilde, que en muchos momentos luchó por un plato de comida, pagar la pensión del colegio o por no tener para una universidad pagada, sino que me envió estudiar en una de las pocas carreras que era gratis: Ingeniería Industrial, dejando así mi sueño de ser Diseñador Gráfico o Productor de Tv dentro de mis metas secundarias por cumplir

Vengo de vivir en casas que no eran propias, eran de familiares que nos las prestaron para acomodarnos por un tiempo, de vivir en la casa parroquial de una iglesia por un año, en el local que tenía mi papá otro año más, en la casa de mi abuela, en la casa de un familiar en sauces durante 10 meses, hasta que el Miduvi nos regaló nuestra primera casa y ahora puedo sentirme orgulloso de a mis 24 años haber comprado mi propia casa.

Nada en mi vida fue casualidad, esto me hizo entender lo bendecido que soy por Dios y lo maravillosa que es Su Gracias sobre mí.

Hace poco estuve en Bogotá y mientras estaba en la cama del hotel mirando en el horizonte las montañas cubiertas de neblina, pensaba en que nunca soñé siquiera estar así en mi vida. A lo mucho soñé con llega a algún hotel caro en Guayaquil, o cuando me invitaron a una cena en el Oro Verde pensé que era lo más increíble que viviría ¡Cuán equivocado estuve!

Mi mente limitada se basó en que creía que las historias de superación son para la gente que tiene apoyo de sus familias, o que vienen con grandes proyectos en su mente, o simplemente, casos excepcionales de gente que se convierte de muñeco de madera en niño real, a lo Pinocho.

Pero fue Dios, y siempre le daré el crédito a Él, quien decidió apostar por mí.

Después de regresar de Bogotá (2018), un joven me escribió y me dijo: “realmente me agrada ver como Dios te bendice”. Esta frase me impactó tanto, porque a veces estoy tan afanado con el trabajo, la familia y otros menesteres que olvido detenerme un momento para ver la bendición y por supuesto, disfrutarla.

Quizá no a todos les agrada verme ser bendecido, pero no es algo que me afecte, porque sé que en algún momento podrán también compartir de las bendiciones que Dios me da. Quizá algún momento llegue a alguna dependencia de gobierno local o provincial, quizá me haga millonario honradamente y ayude a algunas causas sociales como está en mi corazón, o simplemente, escribiendo líneas que inspiren a otros a creer que se puede, como dice Diego Torres en su canción “Color Esperanza”.

Hoy puedo disfrutar de mi hija: Valentina Razziel. Verla a ella despertar en las mañanas y hacerme entrar en un nuevo ciclo: Ser Papá. Aún temo tomarla en mis brazos, pienso que soy algo torpe para los niños recién nacidos. Disfruto verla sonreír, molestarla, y verla dormir. No me agrada verla llorar, porque no me gustan las lágrimas ni el dolor, que, aunque son parte de la vida, no son de mis favoritas. Prefiero la alegría, la sonrisa y el regocijo.

Me siento completo, bendecido y en victoria constante.

En toda mi vida he sido todo lo que he querido ser y aquello que me tocó convertirme por el trabajo: desde monaguillo en la iglesia católica hasta predicador en la iglesia evangélica. Desde mesero en mis inicios laborales hasta vendedor senior de la empresa donde hoy laboro. De viajar apretado en un bus a las 5 30 am para ir al colegio a viajar en un avión relajado viendo películas. De viajar a Cuenca como destino constante de mis vacaciones a irme a las playas de Cartagena en Colombia a relajarme. 
Y así… la lista sigue.

Creo fervientemente que las personas que influyeron en mi vida son a las que eternamente viviré agradecido, personas como Ps. Samuel Reyes, Dra. Ana Reyes, Ing. Grace Atiencia, Ing. Sullana Quiñonez, mis amigos de niñez Doulgas, Denny, Jonathan, Carlos y Fernando, entre otros.

Pero de quien aprendí mucho ha sido de Jehová Dios, Él siempre me dijo: “tengo planes para ti, para darte un futuro y una esperanza” (Jer 29:11).

Dios me dio todo, incluso una esposa que me apoya en todo lo que hago, me corrige cuando me equivoco y me ayuda a mantenerme firme cuando quiero tambalear orando por mí a toda hora. Acentuando un poco en esto, a veces creemos que la mejor esposa es la que tiene un buen trabajo, gana bien y ayuda en los gastos en la casa. La verdad, lo es, sin embargo, creo fervientemente que la mejor esposa es quien ora por su esposo. Todo lo  demás es complemento. .

Cuando la Biblia habla de la Mujer Virtuosa (Prov. 30) comienza hablando de que “el corazón de su marido está en ella confiado”, luego continúa hablando durante varios versículos sobre las labores que ella realiza en su casa (como ama de casa), en el campo (como empresaria) y con sus hijos (como madre), para finalizar diciendo “La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada”.

Como hombre de negocios y múltiples ocupaciones, tener una esposa que esté constantemente hablando con Dios acerca de mí, es lo que me ayuda a no cometer tantos errores, tanto en lo económico como en mi forma de ser


En este nuevo ciclo que estoy por comenzar, creo que tener el apoyo espiritual, es lo que seguirá marcando la diferencia en mi camino. Hoy puedo decir abiertamente: Lo tengo todo.

Cuando tenía 14 o 15 decía que quería tener mi casa propia, mi familia unida, mi carro y viajar por el mundo. Han pasado casi 15 años y puedo decir: Lo logré.

Ahora toca enfocarme en nuevas metas, criar bien a mi hija, fortalecer mi relación con Dios y con mi pareja, pero, sobre todo, servir a otros como Jesús sirvió cuando estuvo en la tierra

Michael Cedillo 

lunes, 16 de julio de 2018

Al filo de la rendición

Me gusta ver la lucha libre desde que tengo 8 años, era un pasatiempo que tenía con mi papá de cada domingo por la noche, en especial, nos gustaba ver los eventos especiales que duraban horas y horas.
Dentro de la lucha libre existe una forma de ganar por vía rendición, consiste en que un luchador aplica una llave que provoca tanto dolor al contrincante que este, al no poder moverse o para evitar la rotura de un hueso, toca tres veces la lona en señal de rendición. Al rendirse, es liberado de la llave, pero ya perdió la pelea.

Existen dos métodos para ser liberado de la llave sin perder la pelea, uno de ellos es revertir la llave, es decir, liberarse de ella; y el otro es tocando la cuerda.

En la vida pasa de forma similar, existen momentos donde estamos en un ring siendo victimas de una de las tantas modalidades de llaves de rendición. A punto de tocar la lona tres veces y perder la batalla. Liberarnos no es una opción fácil, usualmente depende de nuestras fuerzas, pero que ya cada vez se agotan por el afán de resistir el mayor tiempo posible el dolor. Pero está la cuerda.
La cuerda viene a ser Dios, Dios es quien nos da la posibilidad de ser libres de las técnicas que el mundo usa para hacernos rendir y derrotarnos. Las cuerdas en un ring rodean toda la superficie, tal como Dios hace contigo, sin embargo, nos resistimos a estar cerca de ellas por temor a ser embestidos y que otros digan que siempre nos refugiamos ahí.

Hace poco estuve a punto de rendirme, sentía tanta presión sobre mí que no podía más. Luché con todas mis fuerzas para revertir la situación y lo único que hacía era lastimarme más. Es que hay momentos donde revertir una situación ya no depende de nosotros, ya que estamos tan débiles que no podemos ni siquiera respirar con normalidad. Es entonces cuando decides buscar el refugio en Dios, tocar la cuerda que te dará la libertad y te permitirá reincorporarte para volver a luchar.

Dios es el refugio y la fortaleza que necesitas para continuar. Rendirte no es una opción válida, buscar el refugio en Dios es lo mejor.