lunes, 12 de diciembre de 2016

Detrás de la máscara

Solemos sonreír en momentos difíciles, aparentar seguridad aun cuando ya no se confía ni en si mismo.
Vivimos fingiendo ser quienes no somos, tratando de agradar a personas que ni siquiera se fijan en nosotros, pero creemos que si lo hacen.
Somos producto de un mercado que te invita a ser quien no eres, a dar lo que tienes (cuerpo, alma, mente) a cosas que al final: te destruirán. Y creemos es lo correcto.
El valor del perdón se ha perdido. Perdonamos, pero no olvidamos.
Nos arrepentimos, pero seguimos cometiendo los mismos errores, lo cual solo hace que el arrepentimiento se convierta en remordimiento, por tanto lo invalida.

Vivimos en mundo actual donde jóvenes de 16 años saben mas de sexo que sus propios padres. Donde la pornografía ha contaminado más mentes que los derrames petroleros en el mar. El sexo entró en nuestra vida como algo tan natural, dejando a un lado la magia para segundo orden.
La felicidad se llama a cuanto dinero puedes ganar en un mes y cuantas cosas, mientras mas grandes sean, mas felices nos hacen.
Conozco personas vacías de alma, viviendo en soledad, pero que tienen dos casas, dos carros, joyas y grandes cenas en hoteles lujosos. Publican todo en las redes sociales, menos cuando lloran en casa porque a pesar de todo "la vida no les sonríe".
Escuche a Hector "El Father" decir "tenia todo lo que un hombre quiere, sexo, fama y placeres, pero mi corazón lentamente se muere". Llenamos vacíos emocionales con bienes materiales o banales.
He sido parte de ese grupo, compre innecesariamente muchas cosas, ropa que nunca use, zapatos que al a primera puesta detesté, alcohol que nunca bebí, accesorios electrónicos que use una vez y los dejé por ahí en algún rincón de la casa olvidados.

Hace días me disfracé del Joker (guazón) y pude sentir esa experiencia en carne propia. Con la mascara nadie me recocía, cuando me la quité solo era yo. El poder que sentí al estar disfrazado me hizo disfrutarlo, pero eso no fue suficiente. La gente me ama por ser yo, no por ser imitador de alguien.
Todos tenemos historias que nadie sabe, momentos tristes que no queremos contar o simplemente queremos que queden en el pasado. El problema es que siempre las aguas se removerán y lo sucio del fondo saldrá a la luz. Es necesario abrirnos y contar esas experiencias, pedir perdón si es necesario, y saber que cuando alguien mueva esas aguas, aquella persona en la cual confiamos nos ayudará a mantenernos en calma hasta que nuevamente la suciedad se asiente en el fondo.

Las mascaras nos hacen ser quien no somos. Pero cuando llegamos al espejo y nos miramos... muchas veces no queremos ver la realidad. Pero es lo que somos, somos aquello que está frente al espejo. Y de esa realidad: no podemos escapar.